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M A R L E N E

 

LA ENTREVISTA DE MAXIMILIAN SCHELL

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un día algo lejano, encendí el televisor y busqué sin demasiada atención entre los numerosos archivos de películas que guarda mi disco duro. La elección fue apropiadamente espectral, dirías onírica. No, fue "Rebeca", sino otro nombre de mujer: "Marlene". Hablo del documental sobre Marlene Dietrich, que dirigiera Maximilian Schell, en 1984. Desde mediados de los setenta, el actor, director y productor austriaco andaba tras la Dietrich para realizar un definitivo retrato sobre su figura y también sobre la auténtica mujer que se agazapaba detrás de uno de los iconos más importantes del entretenimiento. Los cinéfilos de la sala relacionarán de igual manera un film en el que coincidían Maximilian y Marlene:: "Vencedores o Vencidos" Este drama-reconstrucción sobre los juicios a los mandamases del nazismo estrenado en 1961 fue la consagración de Schell como el actor en habla alemana más estimulante del momento y su inolvidable interpretación le permitía ganar el Oscar. Si "Vencedores o Vencidos" fue el principio para el polifacético Maximilian, diríase que significó la última actuación distinguida, brillante y no menos surrealista de la Dietrich.

Ese imprevisto cambio de testigo hacía entrañable el hecho de que, un par de décadas después, Schell quisiese contar algo definitivo sobre la Dietrich. Marlene, en primera persona, sería capaz de desvelarse, por fin, tras tantas biografías, libros, opiniones y artículos, Pero Marlene Dietrich llevaba mucho tiempo detrás de un velo. Su última aparición en el cine fue en "Gigoló" y lució como una prueba contundente de que una época había pasado. Esa época de las personalidades como Marlene, las que se arrimaban a un piano y cantaban una canción en medio de la película porque sí. Desde entonces, los focos se habían apagado sobre uno de sus rostros más divulgados por petición expresa. Marlene Dietrich no quiso volver a aparecer ante ningún tipo de cámara y, en esa negativa, nace y se desarrolla el documental "Marlene".

 

 

 

 

¿Cómo hacer un documental sobre la imposibilidad de hacerlo? ....En "Marlene", sólo oímos la voz de la diva, entrevistada por Maximilian Schell. Marlene no quiere salir en pantalla porque "ya me han fotografiado demasiado". Que superase los ochenta años durante la producción del documental nos cuenta la auténtica causa. Schell considera su proyecto frustrado de entrada por la negativa de la Dietrich, pero su película circula por habitaciones inquietantes, puertas entreabiertas y clips de viejas películas de la diva. Parece que Marlene va a aparecer en cualquier momento, o está detrás de una de las puertas o, abundando en su mitología, es una mujer que no existe.

 

 

 

Lo sorprendente del documental no es tanto el rechazo de Marlene a ser capturada por la cámara, sino su repudio a entenderse como mito, a explicarse, a contar algo... Está a la defensiva en todo momento. Dice que odia la cursilería, sólo reconoce el presente como una cuestión de su interés, omite datos importantes, se aburre, dice que ya lo contó en su biografía y, paradójicamente, no quiere que Schell vaya más allá de su leyenda. "Marlene" es la confesión de una vieja alienada por su glorioso pasado y la puesta en evidencia del miedo humano que se esconde tras rostros divinizados.La Dietrich va en contra de la Dietrich: niega que buscase el erotismo, demoniza el romanticismo y afirma que sólo hizo lo que los directores le mandaban. "Trabajé en unas películas y ya está", sentencia, para luego colar una frase demoledora: "Nunca me tomé mi carrera en serio".¿Marlene Dietrich odia a Marlene Dietrich? Al menos, quiere separarse de ella en sus últimos años. ¿Cansada de tantas opiniones? ¿O quizá de sostener la mentira gorda que vive en toda estrella? ¿Sabía acaso lo sospechado? ¿Que, más que una genial, era una alquímica amalgama de glamour?, Maximliam sudó sangre para conseguir su objetivo..Los susurros del documental - desde los que conocen a Marlene hasta los que asesoran a Maximilian - formulan las preguntas nunca contestadas, esas que la Dietrich se niega a aclarar. No las sabe, no las quiere decir, confunde la versión oficial con la verdad de lo sucedido. Cuando se ve arrinconada por el cuestionario de Schell, reacciona con furia. Visto en retrospectiva, "Marlene" es un buen refrendo a lo que contara Maria Riva, su hija, en la biografía que publicara años después, La Dietrich la emprende con su dilucidador - "Váyase con Mamá Schell y aprenda modales".... no para de sabotearlo, pero el director estaba muy cerca de conseguirlo.

 

 

 

 

 

 

"Marlene" es un documental apasionante, porque sortea su limitación embebiéndose en el propio misterio que narra - Marlene Dietrich fue una incógnita y lo seguirá siendo - y, además, es un retrato contundente sobre el divismo, sin juzgarlo ni enaltecerlo. Su objeto de estudio es un fenómeno y sólo lo puede contemplar en silencio, reservando su opinión. Por temor a su rabia, quizá. Porque lo considera tan terrible como irresistible, tal vez. La ironía surge al final de "Marlene" cuando la que decía abjurar del sentimentalismo - "los alemanes somos así" - termina por conmoverse hasta la lágrima con algo de ese relativizado pasado. Ese instante es un broche de oro y la verdadera reverencia que se hace la Dietrich a sí misma. La humanidad no se niega tan fácilmente como la divinidad. Y el sonido de la voz crepitando en las cintas grabadas por Maximilian llega a ser más expresivo y emotivo que si volviéramos a ver la faz de Marlene. Este documental se inmiscuyó en mis sueños con la necesidad de que escribiera sobre él - y lo recomiendo a todos -, y, por honrar a Maximilian Schell, Qué pena perder la oportunidad. Estoy convencido de que hubiéramos hecho un muy interesante "Maximilian"...

 

Cuando el actor Maximilian Schell la visitó en París para rodar el documental, ella, ya octogenaria, impuso su propio decálogo. Entre las normas, nada de cámaras que registrasen su avejentado rostro. La musa de Josef von Sternberg no quería que el público viese que ya no era el 'ángel azul' de los años 30. Schell, que se las vio y se las deseó para completar su trabajo recurriendo a imágenes de archivo, le preguntó si creía en la vida más allá de la muerte. “Eso son tonterías. No voy a creer que estamos todos volando allí arriba”, le dijo con ese escepticismo que enamoró a millones de espectadores. Falleció poco tiempo después, un 6 de mayo de 1992, y la corte de admiradores que acudió a su funeral, en la iglesia de la Madeleine, parecía un ejército. Pensándolo bien, la Dietrich pudo ser una alemana bajita y regordeta más si no fuese porque Von Sternberg la vio en uno de aquellos cabarets berlineses que poblaban la capital alemana en los años 20 del siglo pasado. Aquella noche, el ímpetu de la joven corista disolvió su capacidad de raciocinio. Tan loco se quedó con ella que, días más tarde, el director le hizo una prueba de cámara. Y entonces llegó la proposición en firme para transformarla en Lola, la mujer capaz de convertir a un anodino profesor en un bufón rendido a sus encantos en ‘El ángel azul’. Aquella fue la primera película sonora alemana y su éxito hizo que medio planeta se enamorase de las piernas de Marlene, uno de sus bienes más cotizados. Lo que pocos sabían es que, antes del estreno, Sternberg había enviado varias secuencias de la cinta a la Paramount. Los ejecutivos del estudio no tardaron en hacer una llamada para contratarlos a él y a la joven en Hollywood. Así es como empezó la leyenda americana de esta berlinesa nacida en 1901, la apuesta de Paramount para hacer frente a la lacónica y taquillera Greta Garbo. Otro exótico animal europeo que haría soñar a la América provinciana que empezaba a sufrir la Gran Depresión.

 

 

 

 

 

 

 

A Marlene le hicieron adelgazar unos siete kilos, le retocaron las cejas y le extrajeron las muelas del juicio para afilar sus mejillas y potenciar esa mirada lánguida que hizo derretirse a los espectadores de todo género y condición social. Porque la ambigüedad y sofisticación de Dietrich eran parte del encanto de ‘Marruecos’, ‘La Venus rubia’ o ‘Capricho imperial’. En uno de los peores ejemplos del binomio Dietrich-Von Sternberg, ‘El diablo era mujer’, la estrella interpretó a una andaluza. El retrato era tan estereotipado y negativo que la España republicana no consintió que la película llegase a las salas de nuestro país.

Nada raro, porque la Dietrich, mujer y amante de hombres y mujeres, de John Wayne a Jean Gabin pasando por Claudette Colbert, no había pisado jamás la madre patria. Lo hizo por primera vez en 1960, años después de que hubiese finalizado su unión personal y profesional con Von Sternberg. Para entonces ya tenía la doble nacionalidad alemana-norteamericana y había sido una de las personas más odiadas por Hitler por ser una voraz luchadora antinazi. “Quiero que sepan que no todos los alemanes somos así”, dijo una vez mientras vendía bonos de guerra en los años 40.

 

En el documental de Schell "MARLENE", ella cuenta todo esto, pero sin darle énfasis, ni detenerse mucho, lo que Marlene ansiaba que saliera los rincones personales de su casa y algún vestido de los que usaba en la actualidad.

 

Dietrich supo envejecer con inteligencia, aún explotaba su mirada indolente y su sensualidad, -comenta Maximilian- Para comprobar la calidad del documental, recomiendo urgentemente su visión, yo, como buen mitómano y admirador, no recuerdo haber disfrutado tanto, sentado cómodamente, dejándome envolver por aquella voz de una anciana que aún poseía el encanto de los dioses..

 

 

 

 

 

 

La Garbo se retiró a los 36 años, pero Dietrich aguantó décadas más hasta que un día, como Joan Crawford, debió verse mal en una fotografía publicada en prensa. Y, como la Crawford, debió decir:

 “Si ese es mi aspecto, no volverán a verme nunca más”.

 

 Y ese credo lo llevó a rajatabla hasta el último de sus días, cuando recluida en París y leía en titulares que muchos de su generación se iban al otro barrio. Además, siempre fue implacable manteniendo el secreto su magia: el público jamás la vio desmaquillada, vieja o con arrugas.

 

 

Como dijo una de sus canciones más famosas:

 

 ‘Where have all the flowers gone?’.

 

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